Nuestro lenguaje, la punta del iceberg de la misoginia.

Salgo a la calle, subo al autobús y al sentarme escucho, inevitablemente, la conversación de dos chavales detrás de mí. Ellos deben tener entre 15 y 18 años. Están constantemente utilizando la frase "hijo de puta" al dirigirse entre sí. Esto es lo normal, lo habitual de cada día y muches pensaréis "qué pesada, ya está la feminazi, etc." Bien, pues yo os digo que si realmente queremos cambiar este mundo no nos queda otra que ser pesades, no nos queda otra que incomodar, que señalar estas actitudes que, aunque podrían parecer banales y sin importancia, no lo son. Y no lo son porque la punta del iceberg es la frase que muestra la misoginia que tenemos interiorizada y que sale a relucir en nuestros pensamientos y, por lo tanto, en nuestros actos. Es la punta del iceberg que tiene debajo de sí una base patriarcal sustentada en una superioridad del hombre respecto a la mujer en todas sus variantes. A raíz de esto, os creéis con derecho a insultarnos, violarnos, acosarnos, tanto en nuestra propia casa como en la calle, a reíros de nosotras sólo por demostraros que pensamos y actuamos contra lo que odiamos y rechazamos.

Estoy cansada de escuchar las críticas (sin fundamento alguno, por cierto) hacia la Tercera Ola del Feminismo. Estas críticas tienen algo en común y es un patrón principal y repetitivo: "las feministas de antes hacían cosas, vosotras sólo queréis llamar la atención mostrando fotos de vuestros pelos en el coñoy el sobaco y de vuestras tetas" No tenéis ni puñetera idea de lo que es el feminismo, de lo que hacían las feministas de "antes", esas a las que machirulos y alienades como vosotres quemaban, apaleaban y maltrataban de diversas formas sólo por demostrar su capacidad de raciocinio, por luchar contra el patriarcado que vosotres perpetuáis y que no sólo perpetuáis, sino que además negáis.

He comenzado a escribir esto al escuchar a esos adolescentes, ya que algo me ha movido a pensar que todavía nos falta muchísimo camino. Se logran grandes cosas cada día, pero no es suficiente. Sé que tal vez soy una impaciente y que mi madre llevaba algo de razón aquel día que me dijo "hija, hasta que no pasen unas cuantas generaciones, no se verán grandes cambios". Yo creo que de un tiempo a esta parte ha habido grandes cambios, pero todavía nos queda muchísimo camino por delante, muchísimas manifestaciones, muchísimas charlas, muchísimos libros por leer, muchísimas palizas, muchísimas batallas de una misma guerra y, con mucho dolor digo, muchísimas mujeres asesinadas a manos de los que se creen sus dueños.


Claurótica.

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