Ese día olvidé mi arma de defensa

Regresaba del trabajo desde Barajas en autobús, como cada fin de semana por la noche. Esa noche fue especial porque vine hablando con una compañera psicóloga con la cuál me llevo especialmente bien y a la que admiro mucho. Hablamos del que es mi sueño desde hace unos años: estudiar la carrera de psicología. Estaba contenta porque además esa noche podría ver a mi pareja, habíamos quedado para cenar dentro de pocos minutos.
Bajé del autobús en mi parada y pasé por el callejón de siempre, el cual nunca me había gustado, pero desde ese día siento una presión que recorre todo mi cuerpo si me veo en la obligación de transitarlo.
Cuando hube avanzado unos pasos, me di cuenta de que un hombre andaba detrás de mí, bastante cerca, pero en ningún momento me alarmé. Iba muy pendiente del móvil, para fijar el lugar de encuentro con mi novio. De repente, este hombre me adelantó de una forma muy rápida, casi rozándose entre mi cuerpo y la pared. Es curioso porque de alguna forma tuve una especie de acto reflejo por el cual estuve a punto de saludar a ese hombre, pero no lo hice. Reprimí un "hola" que ni yo misma sé por qué iba a pronunciar, tal vez fue por lo inesperado de su adelantamiento. Acto seguido se ocultó en la entrada de un garaje, unos pasos más adelante. Todo ocurrió en cuestión de segundos: cuando pasé por delante del lugar, el hombre se había bajado los pantalones y comenzó a masturbarse de una forma muy agresiva, al mismo tiempo que emitía gritos. Alargó el brazo para intentar agarrarme, pero le fue imposible ya que el muy idiota llevaba los pantalones bajados y yo reaccioné muy rápidamente y salí corriendo al instante. Empecé a tener un ataque de ansiedad, llamé inmediatamente a mi novio, aunque hoy en día me arrepiento un poco de haber hecho eso, ya que no era capaz de hablar ni explicar lo que había pasado, sólo era capaz de llorar y gritar, por lo que él se puso muy nervioso y tan sólo me preguntaba "¿¡A dónde voy Claudia!? ¡Dime a dónde voy, por favor!". Tal era el shock que al minuto de lo ocurrido pasó un coche de policía delante de mis propias narices y no fui capaz de pararlos y explicarles lo ocurrido. Seguramente hubiesen podido detener a ese hombre, ya que estoy segura de que seguía en el garaje, acabando el cometido de su agresión sexual.
Logré decirle a mi novio lo que había pasado y se dirigió a toda velocidad hacia mi casa, a la cual yo estaba casi a punto de llegar. Mientras lo esperaba llamé a la policía, les cuales se presentaron unos 15 minutos después, me tomaron los datos y me instaron a denunciar lo ocurrido en una comisaría cercana.
Al llegar a la comisaría varies de elles intentaron convencerme de que no pusiera ninguna denuncia, ya que parece ser que este tipo de delitos sólo están penados si se comenten delante de les menores de edad. Mi novio me agarraba la mano con fuerza en señal de apoyo, ya que había uno de los policías en concreto que quitaba muchísimo valor a lo que había pasado. Cuando hablé de posible violación me respondió con un "no es lo mismo un intento de asesinato que un asesinato" y, chiques, en ese momento me sentí totalmente incomprendida y desprotegida porque tal vez ese hombre jamás ha vivido ni va a vivir lo que es esto. Parece que sólo llamamos "violación" al acto físico en el cual una persona (la mayoría de las veces es un hombre) obliga a otra a mantener relaciones sexuales. Pues hoy quiero deciros que no, que no dejéis que esto sea así porque yo ese día me sentí violada sin ser tocada de ninguna forma, sentí que un hombre aprovechó mi presencia para masturbarse con ella, sin ningún tipo de consentimiento por mi parte, creó un miedo en mí que a día de hoy todavía no ha desaparecido, consiguió que desconfiase de todos los hombres con los que me cruzo por la calle. Sí, desde entonces siento miedo al caminar sola cuando cae la noche y ya es costumbre dar respingos al escuchar la voz de un hombre inesperadamente, los pasos de alguien que camina detrás de mí, el mirar de un lado al otro y no ponerme los cascos para escuchar música para poder estar alerta de lo que ocurre a mi alrededor. Lo cierto es que odio esta situación, me siento impotente e indefensa y quiero que esto termine de una jodida vez porque no es agradable vivir con un nudo en el pecho formado por el miedo.
Finalmente puse la denuncia ya que estoy convencida de que es muchísimo mejor dejar constancia de que esto ha ocurrido por escrito y no dejarlo en el olvido, como si nunca hubiese pasado. Unos meses después me llamaron para hacer un reconocimiento fotográfico y he de decir que la imagen que se me mostró del sospechoso estaba muy desactualizada. Aún así confirmé que era él en un 80%, ya que los rasgos faciales eran inconfundibles y además en numerosas ocasiones la policía me ha asegurado conocer al agresor, el mismo que el de la foto que me estaban mostrando.

Lo peor de todo y lo que no paro de pensar una y otra vez es que aquel día no pude defenderme, no pude devolverle lo que merecía ya que no llevaba activa mi arma habitual de defensa: el odio.

Claurótica